La UNESCO nos invita a reflexionar sobre la educación con la vista puesta en el año 2050: ¿qué debemos seguir haciendo? ¿Qué deberíamos dejar de hacer? ¿Qué deberíamos reinventar? La UNESCO propone respuestas a estas tres preguntas fundamentales en su nuevo informe mundial sobre los futuros de la educación, titulado Reimaginar juntos nuestros futuros: Un nuevo contrato social para la educación (resumen).  

Más de un millón de personas han participado en el proceso de consulta mundial que dio forma a esta publicación clave, en la que se pide una transformación sustancial de la educación para reparar injusticias pasadas y reforzar nuestra capacidad de colaborar en pro de un futuro más justo y sostenible. El informe, cuya elaboración exigió dos años de trabajo, fue preparado por una Comisión Internacional con el fin de catalizar un debate mundial y un movimiento encaminados a forjar un nuevo contrato social para la educación. ¿Cuáles son sus características? A continuación, figuran los elementos esenciales que debería conocer.

¿Por qué este informe es importante ahora?

Nuestro mundo se encuentra en un momento decisivo. Ya sabemos que el conocimiento y el aprendizaje constituyen la base de la renovación y la transformación. Pero las desigualdades mundiales -y la urgente necesidad de replantearnos por qué, cómo, qué, dónde y cuándo aprendemos-, significa que la educación todavía no cumple la promesa de ayudarnos a forjar un futuro más pacífico, justo y sostenible. En nuestra búsqueda de crecimiento y desarrollo, hemos abusado de nuestro entorno natural y puesto en peligro nuestra propia existencia. En la actualidad, los niveles de vida elevados coexisten con desigualdades flagrantes. Cada vez son más las personas que participan en la vida pública, pero el tejido democrático y de la sociedad civil se está desgarrando en muchos lugares del mundo. Los rápidos cambios tecnológicos transforman numerosos aspectos de nuestra vida. Pero esas transformaciones no están adecuadamente orientadas a la equidad, la inclusión y la participación democrática. Por eso debemos replantearnos la educación.

¿Qué es un ‘contrato social’ y por qué necesitamos uno nuevo para la educación?

La educación puede interpretarse en términos de un contrato social -un acuerdo tácito entre los miembros de una sociedad para colaborar en pro del bien común-. Un contrato social es algo más que una transacción, en la medida en que refleja normas, compromisos y principios que son objeto de legislación formal y que también están insertos en la cultura. El punto de partida es una visión compartida de los objetivos públicos de la educación. Durante el siglo XX, la educación pública estuvo orientada esencialmente a apoyar el sentido de pertenencia a una nación y los esfuerzos de desarrollo, mediante la escolarización obligatoria de niños y jóvenes. Pero, hoy en día, cuando nos enfrentamos a graves amenazas al futuro de la humanidad y del planeta, debemos reinventar urgentemente la educación para hacer frente a esos desafíos comunes.  

El nuevo contrato social para la educación debe unirnos en torno a un empeño colectivo y debe facilitar los conocimientos y la innovación necesarios para forjar futuros sostenibles y pacíficos para todos, basados en la justicia social, económica y medioambiental. Y, al igual que este informe, debe defender la función que desempeñan los docentes.

¿Cuáles son los principios fundamentales de este nuevo contrato social?

Un nuevo contrato social debe aprovechar los principios generales que sustentan los derechos humanos -inclusión y equidad, colaboración y solidaridad, así como la responsabilidad colectiva y la interconexión- y debe regirse por estos dos principios esenciales:

  • Garantizar el derecho a la educación a lo largo de toda la vida. Este principio también debe abarcar el derecho a la información, la cultura y la ciencia, así como el derecho a acceder al conocimiento común y contribuir a él, a los recursos colectivos que la humanidad ha acumulado a lo largo de generaciones y que están en continua transformación.
  • Fortalecer la educación en tanto que bien público común. En su condición de esfuerzo social compartido, la educación genera propósitos comunes y facilita que las personas y las comunidades prosperen en colectividad. Un nuevo contrato social para la educación no solo debería garantizar la financiación pública de la enseñanza, sino además debería incluir el compromiso de toda la sociedad de incorporar a todo el mundo a los debates públicos relativos a la educación.  

Estos principios fundamentales se basan en lo que la educación ha hecho posible que la humanidad alcance hasta este punto y contribuyen a garantizar que, mientras avanzamos hacia el 2050 y las etapas posteriores, la educación empodera a las generaciones futuras para que vuelvan imaginar sus futuros y renueven sus mundos.

¿Cuáles son los principales desafíos que hoy afrontamos y cómo se vinculan a la educación?

La creciente desigualdad social y económica, el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica, el uso de recursos que excede la capacidad del planeta, los retrocesos de la democracia y la automatización tecnológica perjudicial son los rasgos que caracterizan a nuestra coyuntura histórica. Estas crisis y estos desafíos múltiples que se superponen limitan nuestros derechos humanos, tanto individuales como colectivos, y han contribuido a perjudicar a gran parte de la vida sobre la Tierra. Aunque la ampliación de los sistemas educativos ha generado oportunidades para numerosas personas, muchas otras han quedado rezagadas por un aprendizaje de escasa calidad.

Hay varios futuros alternativos posibles y también se pueden detectar cambios perjudiciales en algunos ámbitos importantes:

  • El planeta corre peligro, pero ya se ha iniciado la descarbonización y la implantación de economías más propicias al medio ambiente. Esta evolución está encabezada por los niños y los jóvenes, que piden medidas reales y rechazan de manera contundente a quienes se niegan a afrontar la urgencia de la situación.
  • En la última década, el mundo ha asistido al deterioro de la gobernanza democrática y al auge del populismo identitario. Al mismo tiempo, ha crecido la participación y el activismo de la ciudadanía, que desafía la discriminación y la injusticia a través del mundo.
  • Hay un enorme potencial de transformación en las tecnologías digitales, pero todavía no hemos comprendido cómo hacer realidad sus promesas.
  • El reto de generar trabajos decentes y humanizados es cada vez más arduo, a medida que la inteligencia artificial (IA), la automatización y las transformaciones estructurales recomponen el panorama del empleo en todo el mundo. Al mismo tiempo, son más las personas y las comunidades que reconocen el valor de las labores de cuidado personal y las diversas formas en que deberían financiarse las necesidades económicas relativas a la seguridad.

Estos nuevos trastornos entrañan consecuencias importantes para la educación. Las maneras en que solemos organizar la educación en el mundo entero no bastan ya para garantizar la existencia de sociedades justas y pacíficas, un planeta saludable y un progreso compartido para todos. En realidad, algunas de las dificultades que afrontamos proceden de la forma en que educamos a los jóvenes. Un nuevo contrato social para la educación debería facilitarnos nuevas maneras de concebir el aprendizaje y las relaciones entre los estudiantes, los docentes, el conocimiento y el mundo.

¿En qué consisten las propuestas para renovar la educación?

  • Es preciso que la atención pedagógica se desplace, desde las lecciones impartidas por un docente y centradas en la realización individual, a otra modalidad que haga hincapié en la cooperación, la colaboración y la solidaridad.
  • Los planes de estudio, que suelen estructurarse como una cuadrícula de temas, deberían cambiarse para insistir en los aspectos ecológicos, interculturales e interdisciplinarios del aprendizaje.
  • La enseñanza, que ahora se considera una práctica individual, debería transformarse en un esfuerzo más profesional y colaborativo.
  • Las escuelas son instituciones necesarias en el mundo entero y es preciso preservarlas. Pero debemos abandonar la imposición de modelos universales y replantearnos el concepto de escuela, desde la arquitectura, los espacios y el uso del tiempo, hasta los calendarios y los grupos de estudio.
  • En todas las etapas y todos los lugares en que se ejerce el aprendizaje, deberíamos dejar de pensar en la educación como algo que acontece sobre todo en la escuela y durante determinadas edades, y ampliar las oportunidades de aprendizaje para todos en cualquier tiempo y lugar. 

¿Cómo podríamos alcanzar un nuevo contrato social para la educación?

Es posible lograr la innovación y el cambio en gran escala. El nuevo contrato social para la educación podría hacerse realidad mediante millones de actos individuales y colectivos -actos de coraje, liderazgo, resistencia, creatividad y atención personal-. Un nuevo contrato social tendría que superar la discriminación, la marginación y la exclusión. Debemos empeñarnos en garantizar la igualdad de género y los derechos de todos, sin discriminar por motivos de raza, etnia, religión, discapacidad, orientación sexual, edad o ciudadanía. Se necesita un compromiso colectivo con el diálogo social, el pensamiento y la acción conjunta.

  • Un llamamiento en pro de la investigación y la innovación. Un nuevo contrato social requiere la creación de un programa conjunto de investigación a escala mundial, centrado en el derecho a la educación a lo largo de toda la vida. Este programa deberá centrarse en el derecho a la educación y ha de incluir diversas pruebas y métodos pedagógicos, entre otros el aprendizaje horizontal y el intercambio transfronterizo de conocimientos. Esta iniciativa debería recoger además las contribuciones de todos los sectores, de docentes a estudiantes, de universidades a centros de investigación, y de gobiernos a organizaciones de la sociedad civil.
  • Un llamamiento en pro de la solidaridad mundial y la cooperación internacional. Un nuevo contrato social para la educación exige un compromiso renovado de colaboración mundial en apoyo de la educación en tanto que bien común, basado en una cooperación más justa y equitativa entre agentes estatales y no estatales. La comunidad internacional debe participar en la tarea de ayudar a estos agentes a cerrar filas en torno a propósitos, normas y baremos comunes necesarios para hacer realidad el nuevo contrato social para la educación. En particular, las necesidades educativas de los solicitantes de asilo, los refugiados, los apátridas y los migrantes deberían recibir cobertura a través de la cooperación internacional y la labor de instituciones de ámbito mundial.   
  • Las universidades y otras instituciones de educación superior deben participar activamente en todos los aspectos de la elaboración de un nuevo contrato social para la educación. Desde proporcionar apoyo a la investigación y el progreso científico hasta contribuir conjuntamente con otras instituciones y programas educativos en sus comunidades y en el mundo, las universidades creativas, innovadoras y comprometidas con la mejora de la educación en tanto que bien común tienen una función importante que desempeñar en los futuros de la educación.
  • Es indispensable que todos seamos capaces de participar en la forja de los futuros de la educación: niños, jóvenes, padres, docentes, investigadores, activistas, empleadores y líderes culturales y religiosos. Disponemos de tradiciones profundas, ricas y diversas sobre las que apoyarnos. Los seres humanos tenemos gran habilidad, inteligencia y creatividad colectivas. Y ahora nos enfrentamos a una disyuntiva muy grave: seguir avanzando por un sendero insostenible o cambiar radicalmente de rumbo.

Más que una guía directriz, este informe es una invitación a pensar e imaginar. Los interrogantes que surjan en el proceso deben asumirse y responderse en las comunidades, los países, las escuelas, los programas docentes y los sistemas de todo tipo, en el mundo entero. La forja de un nuevo contrato social para la educación es una etapa decisiva en la tarea de volver a imaginar juntos nuestros futuros.

Artículo tomado del Boletín de la UNESCO, enero 2022