En un momento en el que la sociedad del rendimiento impone su lógica a todo lo que toca, presentamos una reflexión sobre el ser y el quehacer del maestro y de las instituciones educativas de la Iglesia católica, desde la cultura del encuentro, y sus implicaciones, como una invitación a mantener viva la convicción de que la persona humana debe ser el centro de la misión educativa y a ofrecer una formación con sabor a Evangelio.