La identidad cristiana y jesuítica de la universidad puede decirse que ofrece dos acercamientos: 1. Una identidad fuerte que incluye una dimensión de fe, que por su propia naturaleza solo comparten algunas personas. La fe cristiana incorpora una relación personal con Dios, en el interior de una comunidad de fe, de la que surgen convicciones sólidas, que dan lugar a tomas de postura ante la vida y que determinan muchas de las decisiones personales o institucionales. La fe cristiana no consiste únicamente en un conjunto de creencias y en una relación individual reducida al ámbito privado, sino que conlleva también un compromiso de transformación social que sitúe el bien común por encima de los intereses particulares, que defienda a las personas y comunidades más vulnerables y que reduzca las desigualdades sociales. En la actualidad incluye también un compromiso por la defensa del medioambiente amenazado. 2. Una identidad amplia que recoge los compromisos de transformación social hacia sociedades justas y sostenibles, pero sin que se deriven necesariamente de una fe cristiana, sino que pueden surgir de otras convicciones humanistas o sencillamente personales. Esta identidad fuerte conviene promoverla y ayudar a que quienes participan de ella la puedan robustecer y enriquecer. Es tarea propia de la UD llevarlo a cabo. También conviene ofrecerla abiertamente, para que todas las personas la puedan conocer y, llegado el caso, adherirse a ella. Ocultarla es una actitud de mal comprendido respeto. Toda la comunidad universitaria está invitada a conocer esta identidad fuerte —en especial en sus consecuencias sociales—, a respetarla y a apoyarla, aunque no necesariamente la comparta, pues es una dimensión esencial del mejor aporte que la UD puede realizar hoy.