Descripción
En la encíclica Fratelli tutti, el Papa nos señala que lo peor del mundo es no amar. Estamos llegando al punto en que rechazamos al otro, no amamos, y mantenemos con la fuerza que nos queda nuestra propia persona, nuestra voluntad, sobre todo lo demás. Nos dejamos de reconocer como seres con la capacidad de amar y actuar en su función. Perdemos total sentido de comunidad, ya que pretendemos responder de manera “grupal”, tomando como principio único nuestros propósitos individuales, desde perspectivas e intereses diversos. Viviendo, entonces, en grupos carentes de fraternidad y sororidad, inmovibles ante el dolor del prójimo. Nos topamos, entonces, con la realidad de que las soluciones a las problemáticas actuales nos exigen ser fraterno, mientras que los sistemas sociales nos obligan a ser lo contrario.