La educación es un acto profundamente esperanzador. Como señala el papa Francisco, mirar al futuro con esperanza implica transformar nuestras aulas en espacios donde la creatividad, la justicia y el cuidado se entrelazan para construir una cultura del encuentro (CPAL, 2025). La música, como disciplina educativa, tiene el poder único de conectar a los estudiantes con estos valores, sembrando en ellos la semilla de un futuro mejor. Este artículo explora cómo la música puede actuar como motor de cambio dentro de un marco educativo jesuita, incorporando reflexiones críticas y sugerencias para adaptarse a los desafíos contemporáneos.