En un mundo en constante cambio, en plena era de la colaboración, no podemos ni debemos permitirnos un liderazgo jerárquico en nuestros centros educativos. Debemos exigirnos la adopción de procesos, políticas y estructuras que promuevan, mantengan y no contradigan los principios y valores para y en los que educamos. En esta dirección es hacia donde se encamina nuestra redarquía a la ignaciana: facilitar estructuras y relaciones de acción compartida, para vivir con sentido y plenitud con y para los demás. La propuesta que presentamos persigue ahondar en el concepto de unliderazgo institucional que facilite estructuras y relaciones de acción compartida, para vivir con sentido y plenitud con los demás y para los demás. Y es en esta dirección hacia donde se encamina nuestra redarquía a la ignaciana, compuesta por un sustantivo que se refiere a la red, a la colaboración, y el adjetivo “ignaciana”, que implica una manera de proceder. nuestra herencia ignaciana, nuestra manera de proceder, nos exhorta a ofrecer una educación de calidadpara preparar a nuestro alumnado como agentes de cambio al servicio del bien común. De hecho, la llamada a atenderel reto de formar para la ciudadanía global tiene sus raíces en la “tradición viva” que ha caracterizado a la Compañíade Jesús desde sus inicios; una tradición que se mantiene en el tiempo, pero que se renueva constantemente mediante la lectura permanente del contexto y del mundo. Educar para una ciudadanía global se ha convertido en horizonte y herramienta ante los retos urgentes a los que nos enfrentamos. Consecuentemente, la educación para la ciudadanía global debe hacerse presente en la cultura, prácticas y políticas del centro siendo la cultura organizacional pieza clave para que se dé una transformación corresponsable, íntegra e inspiradora.