Explica que el fundamentalismo tiene que ver más con lo hermenéutico, es decir, con una manera cerrada y descontextualizada de interpretar las escrituras en la que se basa una determinada religión; el fanatismo es sobre todo una actitud psicológica y hecho antropológico que describe una tipología de comportamiento humano no limitada a lo religioso; y el integrismo expresa más la pretensión de un proyecto político-religioso de poder totalitario, teocrático. Ilustra con ejemplos de interpretaciones fundamentalistas tomando textos de la Biblia, diferenciando del fanatismo, aunque explica que en muchos casos se retroalimentan. Cuando fundamentalistas fanáticos pretenden imponer por la fuerza su credo religioso y, para este propósito se plantean cómo estrategia la toma del poder político de un estado-nación, si logran asumir el poder, entonces, estamos ante un integrismo. La causa de estos fenómenos es la resistencia al cambio, el miedo a perder la seguridad, fundada en certezas básicas, inamovibles. Ante el cambio de época y la incertidumbre que esto implica, resurgen los fundamentalismos, fanatismos e integrismos como andamios para aferrarse a lo conocido. Explica cómo se ha vivido y vive esto hoy al interior de la Iglesia católica La fe auténtica nos libera del miedo y de la resistencia al cambio, y nos abre a discernir los «signos de los tiempos» y por tanto, más que cerrarnos, nos lleva a dialogar con los temas fronterizos de nuestro tiempo y procurar una respuesta humanizadora, ética.