Es una actitud de rechazo por la convicción de que se tiene toda la verdad y la única verdad, y por lo tanto todo lo demás no vale y es opuesto al avance de la verdad. Está basada en el miedo a que la novedad pueda afectar a la persona o al grupo y por lo tanto es un rechazo a lo que pueda afectarles. Los fundamentalismos van más a prácticas religiosas que a contenidos de fe, porque lo que da la seguridad es la idea de que «yo haciendo esto, uniéndome a este grupo, tengo seguridad». En el fondo tenemos un problema de absolutización de verdades, cuando se instaura la certeza de que «mi verdad vale cuando es aceptada por todos» y si no lo es, la verdad del otro «me pone en peligro y por tanto tengo que defenderme de ella». El caso de los fundamentalismos es un caso de manipulación del poder, es un caso de lucha por el control del poder, basado en el miedo; y por tanto la apertura a la información, la apertura a la participación, la apertura a las nuevas oportunidades y a los cambios, es el elemento mejor para combatir los fundamentalismos, al contrario de los elementos represivos, que son los elementos que los confirman.