La diversidad cultural es una realidad en la sociedad, y el pluralismo religioso forma parte de ella como algo natural, en la que viven personas creyentes, de diferentes tradiciones y confesiones religiosas y personas no creyentes. El diálogo interreligioso en la Compañía de Jesús, y más recientemente en el pontificado del papa Francisco, se fortalece como una prioridad, como camino para la construcción de una fraternidad, es decir, construcción de comunidad de hermanos y hermanas que en su diversidad de tradiciones religiosas estamos llamadas todas las personas a colaborar en el desarrollo integral de la humanidad. Especialmente la insistencia en que no tiene cabida la violencia con justificación religiosa, y el empeño de toda persona –sea cual sea su religión o tradición espiritual– debe ser el de trabajar por la paz, la justicia y la dignidad de todo ser humano y de la creación. La dimensión religiosa en las personas migrantes es un componente esencial de la identidad, que a menudo se pasa por alto, centrándose en la atención de las necesidades básicas. Sin embargo, en los procesos de acogida y acompañamiento de las entidades del SJM, la dimensión religiosa de la persona que se acerca sí que está presente.