La pregunta acerca de la diferencia que hace la fe en un colegio jesuita se refiere al potencial que la presencia de esta dimensión humana aporta a la concepción de la educación, a los procesos formativos de los estudiantes, así como a toda la organización administrativo-pedagógica del colegio. Se parte de que la educación para la fe está en relación con la tradición espiritual ignaciana, recogida en los Ejercicios Espirituales, en la práctica del discernimiento al modo ignaciano e integrante de toda la concepción educativa jesuita desde sus orígenes. La diferencia que hace la fe para un colegio jesuita es la búsqueda de ofrecer un proceso formativo que potencie las múltiples capacidades del ser humano, de modo que llegue a formarse en armonía y equilibrio de su multidimensionalidad, al mismo tiempo que se abre a acoger, en una respuesta libre y comprometida, la revelación de Dios en Jesucristo. Esto configura un modo de ser y de proceder en el mundo, una disposición de apertura para actuar de modo comprometido con la sociedad, con la naturaleza y con una sensibilidad compasiva ante los dramas humanos. Al mismo tiempo que humaniza, la educación abre la posibilidad de una adhesión a la fe que desentraña ese sentido del ser humano y la relación con el mundo y con los demás. Pero para que esto sea posible, se necesita un currículo en el que esta fe propuesta y que configura el modo de ser y orientar la vida se engendre a partir de las finalidades formativas de la educación jesuita y conduzca al desarrollo integral del estudiante a formar y, de este modo, esté directamente vinculado con la rutina y la vida cotidiana de la comunidad educativa. Más que una simple descripción o explicación, ¿no estaría aquí una de las vías comprensibles para aclarar el significado de ser Colegios Católicos Jesuitas al servicio del Evangelio y de la Iglesia en nuestros días?