El libro anima dos grandes reflexiones sobre la vocación docente. Por un lado, se dirige a cada docente, personalmente, y le alienta a volver sobre su historia y las motivaciones tras su vocación: “¿por qué elegiste el camino de la docencia y lo sigues recorriendo?” El contexto jesuita/ignaciano facilita una formulación explícitamente cristiana de esta experiencia, pero en los relatos hay un factor común de vida y amor, que mueve el corazón y lleva al lector a reflexionar sobre su propio llamado e historia. Por otro lado, el libro sugiere una reflexión que sí está intrínsecamente ligada al contexto jesuita/ignaciano de los entrevistados: ¿hacia dónde va la educación jesuita a medida que los docentes en estos establecimientos son casi todos laicos? El autor describe la transición desde una mayoría de docentes jesuitas en los años 60, hacia una mayoría casi absoluta de docentes laicos desde hace algunas décadas. También muestra que la mayoría ha vivido este cambio con optimismo Por los relatos, es indudable que hay un sentido espiritual de la vocación docente que sigue vivo. Pero, ¿qué aspectos de la propuesta educativa están cambiando, y cuáles deberíamos celebrar o cuáles deberían ser fuente de preocupación? Más al fondo, ¿cómo cuidar la continuidad de la identidad y misión de estos colegios ante un cambio tan fundamental? Para un docente en un colegio o escuela jesuita, las dos reflexiones que propone el libro se podrían combinar así: “tú, profesor o profesora en un colegio jesuita/ignaciano que lees este libro, ¿cómo dialoga tu vocación docente, que tiene su origen e historia particular, con la tradición jesuita centenaria que sostiene el proyecto educativo de tu colegio/ escuela? ¿Qué regalos reconoces en este diálogo, y cómo crees que tu vocación enriquece y está ayudando a renovar la tradición jesuita?”