Las palabras pronunciadas hace 50 años, el 1 de agosto de 1973, por el P. Pedro Arrupe causaron un enorme impacto, de signo diverso, desde el momento mismo en que fueron pronunciadas, y también desencadenaron un proceso de reflexión y cambio en la educación de los colegios y universidades de la Compañía de Jesús y, en consecuencia, en los alumnos y alumnas destinatarios de esa educación. Fueron palabras proféticas en su momento y siguen siendo hoy una interpelación para los jesuitas y para quienes, de cualquier modo y en cualquier lugar, colaboran con nosotros. Aborda tres puntos: El primero será hacer algunas consideraciones sobre dicho discurso así como sobre algunas consecuencias del mismo para la vida de los centros educativos de la Compañía de Jesús y de la misma Compañía durante el período en que el P. Arrupe fue Prepósito General en activo de la Compañía, es decir: hasta agosto de 1981. El segundo punto será poner de manifiesto la evolución y profundización de la propuesta profética del P. Arrupe durante la larga época en la que fue Prepósito General de la Compañía de Jesús su inmediato sucesor el P. Peter Hans Kolvenbach, período que abarca desde su elección en septiembre de 1983 hasta su renuncia en enero de 2008. Finalmente, en un tercer punto, me atreveré a plantear algunas cuestiones y desafíos que las proféticas palabras del P. Arrupe nos siguen interpelando hoy, cincuenta años después, a jesuitas y colaboradores y colaboradoras en la misión.