El diálogo entre la fe y las culturas presupone la interculturalidad, pues sigue el principio de que “el cristianismo no tiene un único modelo cultural” (EG, n. 116) y reconoce que “toda cultura propone valores y formas positivas” (Ecclesia in Oceania, n. 16). En este sentido, la exculturación del cristianismo en el mundo contemporáneo –“el drama de nuestro tiempo” (EN, n. 20)– representa un desafío para las universidades católicas en su misión de inclusión intercultural y de gestación de nuevas sociedades y culturas, ya que “la misión que la Iglesia confía, con gran esperanza, a las Universidades Católicas, reviste un significado cultural y religioso de vital importancia, pues concierne al futuro mismo de la humanidad”