Se explica por qué es necesario que las instituciones educativas deberían promover el desarrollo de la espiritualidad de los niños y por qué las obras de la Compañía de Jesús tienen una especial responsabilidad, mayor aun cuando se insertan en contextos de vulnerabilidad. También se ha señalado que las prácticas y ritos religiosos guardan profundas intuiciones sobre qué debemos promover y cómo hacerlo. Finalmente, se han mencionado algunos criterios que podrían ayudar a educadores a planificar las actividades para promoverla. Si en verdad queremos formar seres plenos, comprometidos, con sentido y sueños, debemos incluir actividades que ayuden a desarrollar la espiritualidad en la niñez. Y debemos hacerlo sabiendo la importancia que estas actividades tienen, proponiendo caminos transitables y válidos. Creo, por último, que al igual que hemos empleado recursos materiales y humanos para innovar pedagógicamente en muchas áreas de la educación, tenemos que hacer lo mismo con el área de la espiritualidad, reconociendo que el niño tiene necesidad de expresar quién es y qué espera de su vida.