Nos enfrentamos como Iglesia a dos grandes retos, que al mismo tiempo representan una oportunidad y constituyen una misión, tanto ad intra como ad extra. El reto ad intra tiene que ver con la manera de vivir la catolicidad de nuestra fe: una Iglesia que sea capaz de incluir a todos y reconocer que cada persona bautizada en la Iglesia católica es miembro de pleno derecho, dondequiera que esté. Para ello es necesario aceptar la llegada de católicos que proceden de diferentes partes del mundo e integrarlos en las comunidades locales, como ciudadanos y miembros que gozan de la misma igualdad de trato. El reto ad extra se refiere a la manera de ser una Iglesia verdaderamente misionera: salir al encuentro de los necesitados, los descartados, los marginados, los oprimidos... que estamos llamados a reconocer y a cuidar, puesto que esto es un mandamiento del Señor. Y a través de la caridad y el amor, animar la conversión del corazón, sobre todo entre quienes se encuentran fuera de la Iglesia, ya sea por elección propia o porque nunca han escuchado el mensaje salvífico de Jesucristo. Ésta es una llamada a ser una Iglesia inclusiva, en la que cada ser humano recibe el mensaje de salvación en Jesucristo.