El liderazgo ignaciano no se puede reducir a un libro de recetas posmodernistas sobre liderazgo o a un manual de consejos prácticos. Hay que sondear sus raíces y renovarlas en cada momento de la vida y la historia. Es un liderazgo específico y perennemente actual: el conocimiento del mundo desde la mirada de Dios. Después de muchos nubarrones, la experiencia de Dios en Ignacio de Loyola, aparece como el punto de partida y llegada de ese liderazgo global por el que se empecinó el peregrino y que ha distinguido a la Compañía de Jesús a lo largo de los siglos y alrededor del mundo entero.