Descripción
Ignacio fue un hombre de oración. Personalmente pasó por todas las etapas de la oración, desde las devociones populares más sencillas que estaban arraigadas en su corazón vasco del Siglo XVI -la devoción a nuestra Señora, a los santos, especialmente a san Pedro, el rezo peregrinante hacia los santuarios, la lectura de la Biblia en sus versiones populares, el gozo con el canto del Breviario, y las letanías a la Virgen-, hasta una oración que inundaba todo su ser, favorecida con gracias místicas, de las que siempre habló sobriamente pero que muestran algo muy especial, pasando por todas las sequedades y luchas de un largo proceso de aprendizaje. Pero sobre todo -y esto es lo más importante para la Iglesia- fue un maestro de oración. Quizás su gracia mayor fue la de poder comunicar a otros su oración y enseñar a rezar como el Señor le enseñó a él.