Como Ignacio “el peregrino”, los educadores de las instituciones educativas jesuitas se mueven hoy por nuevos caminos, en actitud de búsqueda y discernimiento, para encontrar o crear las estrategias y recursos más adecuados para cumplir su misión, ante los retos que plantea la pandemia mundial con todas sus consecuencias. Educadores que salen de su zona de confort para reinventar los modos de formar a sus alumnos, atendiendo a “tiempos, lugares y personas” y en búsqueda del “bien mayor” que implica no excluir ni dejar a nadie atrás. Estamos en tiempos de una “educación peregrina” que no se queda cómoda en lo conocido o familiar, sino transitiva como el mundo y siempre en movimiento, impulsada por el amor.