Descripción
Hoy se está volviendo a comprender que el cuerpo y el alma conforman una unidad, y que no podemos desmembrar al hombre de este “compósito” sin traicionar nuestra fe más profunda en la creación y la encarnación. Es esta unidad la que entra en oración, en contacto con su Creador y Señor. Un inmenso peligro en el cristianismo a lo largo de los siglos ha sido vivir un dualismo infecundo, dejando de lado al cuerpo o —derechamente—
considerándolo un impedimento. Si a esto se suma una exacerbada intelectualización, tenemos como consecuencia que nuestra oración será eminentemente racional, explicativa y analítica, en detrimento de lo vivencial, afectivo y sensitivo.