Descripción
Una condición indispensable del discernimiento cristiano es “dejar a Dios ser Dios”, es decir, liberarse de las falsas imágenes divinas construidas en ambientes religiosos y eficazmente conservadas en tradiciones culturales. Otra condición del discernimiento cristiano de la historia es compartir la memoria de Jesús en la que se funda la esperanza que mueve a vivir en el presente histórico las exigencias del reinado de Dios que se espera. Es esa memoria compartida por la comunidad, como alimento de su fe y esperanza, la que lleva a entrar en sintonía con las víctimas de las estructuras injustas de nuestro mundo y convierte a los pobres de la tierra en el lugar desde el que se hace posible tanto el discernimiento como el anuncio de la Buena Noticia. El discernimiento cristiano de la realidad actual supone un examen del sujeto que lo realiza, a saber, la Iglesia, comunidad de los seguidores de Jesucristo reunidos para comunicar la Buena Noticia en todos los rincones de la tierra y todos los pliegues de la historia. Lo propio de la Iglesia es evangelizar, comunicar la Buena Noticia, palabra alentadora que invita a hacer lo que se espera. La evangelización es parte de la responsabilidad política de la Iglesia y la compromete en una acción política responsable. ¿Seremos capaces, como cristianos y como Iglesia, de propiciar el paso de la torre de Babel a la comunidad humana nacida de Pentecostés?